viernes, 22 de octubre de 2010

Mi gran descubrimiento

Con sólo cuatro años tuve mi primera experiencia canina. Mi padre se presentó en casa con el que sería nuestro primer cachorro de a penas dos meses. Lo acababan de separar de su madre, estaba temblando y aun recuerdo ese olor característico a leche de perra. No era un perro de exposición, ni siquiera tenía pedigrí pero para nosotros se convirtió en uno más de nuestro clan. Incansable compañero de juegos, ése fue mi primer fox terrier.

Luego vino otro fox, que se trasladó a Madrid conmigo. Con él descubrí otras razas, minis, molosos, de caza. Sin embargo yo tenía una fascinación por los perros gigantes. Observaba a Musa, una Terranova de la plaza de Barceló, y me decía “Algún día yo tendré uno de ésos”. Me fascinaba esa grandeza y a su vez esa nobleza ; era preciosa, mi perro estaba loco por ella y yo también.

Una vez escapados de la ciudad, establecidos en el campo como anteriormente, decidí adquirir un nuevo perro. Era el momento de hacerme con mi Musa. Me informé ampliamente en la web, pregunté a varios amigos con cultura canina, encontré buenos y malos criadores, había algunos que venían del Este, otros que te los enviaban por MRW. Por unos te pedían quinientos y por otros dos mil. Una buena amiga holandesa me habló del leonberger, era la primera vez que escuchaba esa raza. Me dijo que eran maravillosos como perros de familia y que era el ideal para mí. “No se hable más” pensé. Así es como tras mucho cavilar di con el presidente del club español , el señor Don Jose Mª Iturralde. Hay veces que uno llega en el momento preciso al lugar adecuado, ¿verdad? Pues ésa fui yo.

Así es como sin vacilaciones, sin haber visto nunca al natural un ejemplar de la raza, toda atrevimiento y osadía, reservé un cachorro de Albacete. Aún desconocía que estaba adentrándome en un lugar casi sagrado, el mundo leonbergero.
Seguí con detenimiento el viaje que hizo mi marido en busca del cachorro. Lo que más le llamó la atención fue su tamaño. “ Nena, es enorme” me dijo.

A continuación, todo han sido buenas experiencias con nuestro pequeño, gracias a la generosidad de nuestro criador Don Jose Mª Lozano, de los miembros del club y demás amantes de la raza. Estos últimos, con su compromiso y amor por el maravilloso leonberger, han enseñado a todos los novatos como yo a cuidar, atender y querer a nuestros gigantes compañeros. Por todo ello, no he dudado ni un momento en formar parte del club yo también. Es como una especie de droga sana que te engancha.


Elena Álvarez Laso

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